En mayo de 2018, en la zona este del volcán Kilauea, en la Isla Grande de Hawaii, comenzó una gran erupción que duró meses. Se formó un río de lava brillante que llegó hasta el océano, destruyendo casas, granjas, selvas y playas, al mismo tiempo que creaba nuevas tierras. El proceso de destrucción y creación ocurrió en un contexto de exuberante vegetación tropical.